miércoles, 20 de enero de 2016

2016 - Acción para la Confluencia



Estamos en un momento de notable potencial para salir de los tradicionales pantanos argentinos, donde será preciso reaprender la capacidad de sumar y multiplicar, para salir del círculo vicioso de la resta y la división.

Se trata de una oportunidad generacional para dar respuesta a un interrogante ineludible: ¿Qué queremos poner en el lugar de lo que no queremos?

Henos aquí: 2016 # Año del Bicentenario Refundador.

domingo, 26 de julio de 2015

R E F U N D A R

REFUNDAR - HACIA UNA SOCIEDAD OPCIONAL - Es el momento de hacer que las cosas sucedan: dinamizar y redificar la realidad





El siglo XX se agota en nuestros días, no finalizó cuando el almanaque marcó el año 2000. Viene descomponiéndose desde entonces poco a poco en todas partes. Por doquier huele a podrido bajo sus vestiduras capitalistas, comunistas, liberales, anarquistas y demás colección de emblemas moribundos.

A su vez, el siglo XXI despunta en múltiples situaciones, en su mayoría perceptibles solamente desde perspectivas mutatorias. ¡Mutantia Vive! así como la comenzamos a visualizar en 1980 asumiéndola como zona de lucidez implacable, territorio de recreación y no de cosmética adaptatoria. 

El ideal pionero de las ecoaldeas y de la permacultura requiere ahora una reformulación estructural donde en los planos urbano y rural --simultáneamente-- pasen a consolidarse los protagonismos fundadores imprescindibles. No mediante la enarbolación de banderías agotadas sino a través de iniciativas. Tampoco a través de meras denuncias circunstanciales de las falacias que deforman el genuino potencial humano de metamorfosis. El Sistema depredador, desde los tiempos del Feudalismo colonialista, sabe muy bien adaptarse a los embates críticos. Y asimila astutamente las auténticas novedades generacionales.

Es así: visualizamos una Sociedad Opcional con raíces convivenciales en las ciudades y en los pueblos del interior. Sin espectacularidad ni llamamientos altisonantes. Con base cooperativa y autónoma: enfocando en principio la alimentación sana, las energías renovables y la reeducación cotidiana. También con la circulación de materiales didácticos, radios libres y equipos de reflexión inventiva y contagiosa. Y encuentros fraternos. Somos la gente que estuvimos esperando.

ACTO RITUAL - 12 de agosto 20 horas - Bar Birmania - Cabrera al 5100 (Palermo)

martes, 21 de julio de 2015

Cada día un ladrillo menos en la pared


Los énfasis diseminados a través de la red social durante el reciente "Día del Amigo" dejan un extraño sabor amargo, no porque hayan sido insinceros sino porque se agotaron en sí mismos dentro del simbolismo ritual que los circuitos y sus equivalentes fomentan sin cesar. 

Mucho rito virtual, y casi ninguna propuesta operativa en la vida cotidiana. Aprecio simbólico, no encarnado en seres concretos sino en símbolos tipográficos. Un autismo colectivo mientras los políticos simulan la Democracia en torneos llenos de vacíos disfrazados de discursos. 

Estamos completando la ECO 14 conteniendo una serie de testimonios expresados por Otras Mentes. Con sencillez y sintonía aplicable a las necesidades urgentes de lucidez participativa. Nítidos abordajes vitales, pasos firmes hacia la transformación real, percepciones confluyentes.





martes, 16 de julio de 2013

Tomado de la Lista "En Transición"

(Visitar Cinemateca y ver In transition 2.0)

Click: Presentación y pedido de orientación  

Enviado por: "Horacio Drago" vartec@gmail.com

Mar, 16 de Jul, 2013 

Hola Mario,  se me ocurren algunas reflexiones a partir de tu mensaje. En principio es indiscutible que todos los seres humanos tenemos el derecho de decidir dónde vivir, eso por supuesto queda fuera de cualquier cuestionamiento. Sin embargo cada vez que escucho o leo que la gente piensa venirse a la Comarca Andina en busca de su transición personal, me resuena mucho una frase que se menciona al principio de la película In Transition 1.0 y que dice algo así como que se trata de un proceso "muy enfocado en tu propio lugar, en la tierra donde tenés apoyados los pies ahora, donde hay que reconstruir las redes de resiliencia y reconfigurar nuevamente la vida a partir de ello".

¿Entendemos la profundidad de ese mensaje?

Muchas veces cuando hablamos de lo que significa esta transición solemos recurrir a la trillada metáfora del Titanic, que no por trillada deja ser útil para representar cabalmente lo que está sucediendo con nuestra civilización urbano-industrial. Hay por supuesto diferencias bastante gruesas, una de ellas es la escala de tiempo en que suceden los hechos. Por ejemplo, desde que el Titanic chocó con el bloque de hielo gigante que selló su suerte hasta que finalmente el casco colapsó y se precipitó al fondo del mar, transcurrieron algo así como dos horas y media. 

Por su parte a la civilización industrial, tal como la conocemos, le quedan unos 10 a 20 años de vida según las estimaciones más optimistas, período al cual podríamos llamar "la cuenta regresiva de la transición", que según el consenso de los estudiosos más respetados en la materia, debemos contarlos aproximadamente desde los años 2006-2008, época en que la forma de vida insostenible que supimos construir colisionó de manera evidente con los límites naturales del planeta. O sea, tenemos un puñado de años por delante que son algo así como las dos horas y media del Titanic. Lo que hagamos en este tiempo es crucial para nuestro futuro, de la misma manera que lo fue para quienes iban en el barco.

¿Vamos a salir corriendo hasta el otro extremo de la nave con la ilusión de poder subirnos a alguno de los pocos botes salvavidas que nos dijeron que existen allá? ¿Somos conscientes que si todos hacemos lo mismo podemos sobrecargar esos botes inclusive aún a riesgo de hundirlos? ¿O tal vez nos pondremos a construir balsas sin más demora con los materiales disponibles en el lugar donde tenemos ahora los pies apoyados y con la gente que está aquí a nuestro lado?

Me pregunto qué pasaría si tan sólo un 0,1% de la población de las grandes ciudades decidiera irse a vivir a alguno de los por ahora muy escasos sitios con perfil transicionista que existen en el mundo. Las balsas que hay hasta el momento son pocas y frágiles. En vez de correr hacia esos salvavidas ilusorios, ¿no será mejor ponerme a construir una buena balsa en mi barrio en el vital tiempo que aún podamos mantenernos a flote?

Hay un grupo transicionista muy activo en Barcelona. A veces la transición sucede más cerca de lo que creemos, pero por algún misterio inexplicable solemos verla más claramente al otro lado del mundo... 

Saludos afectuosos desde la Patagonia

PD: Estos pensamientos no están dirigidos a ningún caso particular, son más bien una reflexión general acerca de un fenómeno que observo como muy recurrente. La idea de irme a vivir a una isla permacultural no tiene nada que ver con la visión de la transición. La transición en todo caso es permacultura a escala masiva, en el norte industrializado o en el sur que aún pretende en vano industrializarse, en las ciudades cosmopolitas, en los barrios suburbanos o en el campo. Para que esto tenga algo de sentido necesitamos sembrar la visión de la transición en todo el mundo, en todas las regiones y en todas las culturas, principalmente en el lugar donde tengo los pies ahora.


viernes, 8 de marzo de 2013

NATURALEZA IMPLÍCITA

NATURALEZA IMPLÍCITA

por M. G.


A comienzos del siglo XX, la mayor parte de la población mundial estaba asentada en regiones campesinas. Ahora, en los años iniciales del siglo XXI, numerosos estudios demográficos de Naciones Unidas señalan que más de la mitad de los habitantes de nuestro planeta viven en zonas urbanizadas. Entretanto, las ciudades crecen y crecen desplegándose hacia las áreas rurales, mientras los pobladores de éstas emigran hacia las expansivas metrópolis y se afincan entre el cemento y el asfalto.

El “campo” tradicional también fue disolviéndose en el tiempo. Las antiguas parcelas agrícolas y los enclaves silvestres han dado paso a los masivos cultivos industriales altamente mecanizados. Los suburbios de las ciudades, donde antaño abundaban las “quintas” productoras de alimentos, han dado paso a los countries (barrios privados con “espacios verdes”) o a enclaves industriales.

Hace un par de décadas, una maestra suburbana (de la Capìtal Federal) pidió a sus alumnos que dibujaran un pollo. La mayoría volcó al papel la misma imagen: el asador de una rotisería. Mi hijo mayor vio por primera vez pollitos vivos siguiendo a la gallina, cuando visitamos una granja distante en Brasil.

En la misma época, conocí en Santo Pipó (Misiones) al pionero Alberto Roth, inmigrante suizo productor de yerba mate orgánica (natural). En su  finca, convenientemente circundado por una alambrada, había preservado un sector de genuina selva misionera, donde ninguna mano humana alteraba los flujos de la flora originaria. Vi allí pájaros e insectos que desconocía, arbustos vigorosos, flores encantadoras. El aire tenía otra textura, los aromas eran penetrantes, los rayos del sol dibujaban sombras misteriosas. En el estanque nadaban peces de colores magnéticos.

De algún modo, intuyo que los cultores del ecoturismo tratan de descubrir algo que ya no existe en las grandes ciudades donde las plazas y los parques son perímetros de árboles y plantas domesticados, en su mayoría importados de otras latitudes (exóticos) y las hierbas (cuando existen) consisten en céspedes híbridos. Allí lo que predomina es una ficción de la Naturaleza.

Cuando llegan las vacaciones de verano (o invierno) hay habitantes urbanos que dejan sus domicilios en la ciudad para dirigirse hacia playas, montañas o lagos del país, a fin de reconectarse con algo que represente al mundo natural. Según el destino que elijan, pueden encontrarlo todavía. Pero en ciertos centros turísticos muy populares, la fiebre inmobiliaria ha reeditado los grandes edificios y los centros comerciales (que supuestamente quedaron donde esa gente vive habitualmente) junto al mar: ahí las playas se parecen más a un estacionamiento de autos que a la Naturaleza.

En lugares de alta montaña, o de sierras más accesibles, las zonas bajas se van llenando de enjambres de cabañas y cámpings, donde también rige la dinámica de la “playa de estacionamiento” donde los autos son reemplazados por carpas. Allí, el turista se topa con vecinos incómodos como los mosquitos y las hormigas, descubre que el agua es un insumo escaso, produce una buena cantidad de basura plástica, y regresa por fin a la ciudad para descansar de sus “vacaciones”. Ha tenido, eso sí, un contacto con la Naturaleza explícita: el sol, la lluvia, el viento o la nieve.

         Veinte años atrás, me sumé a los pioneros que se alejaron de la gran ciudad y decidieron emprender una nueva vida en contacto con la Naturaleza implícita. Guiados por un visionario, Luis Frejtman, crearon la Fundación Elpis (que en griego significa “esperanza”), y se asentaron en un campo de 400 hectáreas ubicado en las sierras de Córdoba, a medio camino entre Capilla del Monte y Cruz del Eje, con arroyos y vertientes, bosques de quebrachos, mistoles y chañares. 
        
        El agreste entorno natural, antiguo emplazamiento de indios comechingones, había sido bautizado Aguas Claras.

        Esa alianza de jóvenes construyó sus viviendas con adobe, desplegó una huerta orgánica, obtenía el agua potable del arroyo por medio de un ariete hidráulico, recurrió en parte a la energía solar para iluminar el comedor comunitario, y se convirtió en un centro de investigación del vínculo de los seres humanos consigo mismos y en el marco de las fuerzas naturales. Bien avanzada la experiencia (que incluía danzas sagradas y cocina natural), la asamblea comunitaria (las decisiones se tomaban por consenso) aprobó el uso de la electricidad y una conexión telefónica para acceder a la Internet. Experimentaban la arquitectura bioclimática y las energías renovables. Numerosos arquitectos del país les donaban puertas y ventanas provenientes de trabajos de demolición.
Parte de sus ingresos provenía de actividades de “reconocimiento de la Naturaleza” ofrecidas a grupos de jóvenes que durante el verano pasaban una quincena en el lugar y, guiados por un biólogo y un baqueano, recorrían los espacios circundantes identificando aves, reptiles, insectos, animales y vegetación, sin omitir las plantas medicinales y en base a un profundo sentimiento de reverencia hacia lo natural. Aplicaban el espíritu de las tribus amazónicas: dejar la mínima huella posible en el paisaje. Simultáneamente, un equipo llamado “Juntos” realizaba trabajo social en una paupérrima villa miseria de Cruz del Eje, enseñando allí la construcción con adobe.  Todo, en Aguas Claras, sucedía en el contexto de la Naturaleza implícita: los fenómenos atmosféricos, el cambio de las estaciones, las polinizaciones, la observación de las estrellas en el cielo límpido, las fases de la luna, las flores y el silencio serrano.

Un estudio sobre esta experiencia, realizado (2001) por la Lic. Silvia Baeza, profesora titular de Clínica Psicopedagógica (Facultad de Psicología y Psicopedagogía, Universidad del Salvador), identificó en Elpis estos principios rectores:
  • Crear una conciencia ecológica que conduzca a una acción inmediata.
  • Integrar el conocimiento con la vida, la teoría con la acción cotidiana generando una actitud de continuo aprendizaje, que dure toda la vida.
  • Orientar las actitudes desde una posición de fragmentación y aislamiento hacia una conciencia global y de participación.
  • Eliminar las barreras que impiden un mejor entendimiento y acción más efectiva: las de la condenación y los preconceptos, las que existen entre las distintas disciplinas, entre intelectuales y "gente común", entre los que piensan y los que hacen.
  • Atraer aquel tipo de arte que exprese símbolos para ser vividos y experimentados.
  • Detectar las necesidades de la zona y sus posibilidades de desarrollo ayudando a mejorar la calidad de vida.
  • Evitar que los jóvenes del lugar emigren a través de la creación de fuentes de trabajo, capacitación laboral y micro-emprendimientos.
  • Revalorizar el conocimiento del "hombre de campo" y el indígena.
Frejtman (ya fallecido) preconizaba el rescate de los conocimientos de los ancianos lugareños, a quienes llamaba “maestros por presencia”. Los veía como portadores de la sabiduría de la Naturaleza implícita. Decía además: “El cambio sólo es posible dentro de nosotros. La verdad y la culpa están sólo dentro de nosotros. La guerra externa no es sino un show más espectacular de nuestra propia guerra interna. La contaminación externa es producto de nuestra contaminación interna. Es ésta la guerra que debo terminar antes que nada. El Maestro está aquí, dentro de nosotros, lleno de Sabiduría y Poder.”

        Los jóvenes fundadores de Aguas Claras se volvieron adultos con hijos mientras sentían el llamado de sus vocaciones personales (música, docencia, profesorado) que por un lado requerían una experiencia universitaria o una vida en un entorno “poblado”. Y a medida que crecían, la educación formal de sus niños los fue apartando del lugar: las parejas fueron así trasladándose a otros lugares. Aguas Claras se fue despoblando. Varios intentos para reanimar su espíritu pionero no prosperaron. Hoy está desierta. Como tantos otros pueblos antiguos. Entretanto, el huerto orgánico se ha entrelazado con la flora espontánea. 

        Otros jardines humanos han venido tomando forma al mismo tiempo, en otros lugares. La vida no pierde el tiempo.